04 junio, 2013

Educación a distancia o educación digital e interactiva


Un artículo del suplemento económico del diario Clarín de Buenos Aires hace un análisis del escaso desarrollo que tiene entre nosotros la “educación a distancia”. Se dice allí:
"Con el desarrollo de las tecnologías de comunicación, la educación “a distancia” creció en oferta y en modalidades. Sin embargo, según los resultados de un relevamiento reciente de Universia y Trabajando.com, sólo el 22% de los universitarios argentinos cursó alguna carrera en este formato"
Se analiza la existencia de un proceso educativo cuya característica central es "la distancia" entre profesor y alumno la cual resulta "mediada" por la tecnología.
La pregunta es si esta característica central no es más una disquisición del siglo XX que una realidad de nuestro siglo.
Efectivamente, las TICs han cambiado los fundamentos mismos de la civilización humana: el tiempo, el espacio y el conocimiento han resultado "revueltos" por la revolución de internet.
¿Cuanta "distancia" hay en un aula de 300 alumnos con un profesor que dicta una clase magistral? ¿Es acaso menor que la "distancia" entre una docente y su alumno que se comunican diariamente a través de sus computadoras?
La contra cara de esto es la idea de un estudiante que "aprende" sólo mediante procesos de búsqueda, lectura y comprensión realizado desde su computadora. Esto podría llamarse auto formación o, en el mejor de los casos, investigación para el caso de que estemos frente a un investigador previamente formado en esa tarea.
De tal manera podríamos preguntarnos si la pregunta más adecuada no es por el nivel de "interacción" entre docente y estudiante. Donde la "distancia" no es más que una convención atada a los modos de movilidad de los cuerpos propios de la modernidad.
¿No es mejor acaso un video chat entre docente y estudiante que una clase de 300 alumnos donde no hay ninguna posibilidad física de que el docente responda una pregunta por persona? Desde ese lugar la "distancia" es irrelevante.
Si partimos de este supuesto cambian radicalmente las variables de análisis del problema.
1- En primer lugar habría que analizar el ratio entre equipo docente y cantidad de estudiantes en términos de posibilidades concretas de personalizar la atención.
2- En segundo lugar aquello que alguna vez definimos como "capital telematico" tanto del docente como del estudiante. Aquí las disponibilidades al nivel de la locación de unos y otros adquiere una relevancia superior a la distancia.
3- Por último la "pertinencia" de los contenidos que circulan en el proceso de aprendizaje tanto en términos de expectativas y necesidades del estudiante cuanto en términos de actualización del conocimiento del docente.
Si estamos en lo correcto habría que empezar a definir el tema como educación digital e interactiva donde, quizás, el principal desafío sea lograr del estudiante el desarrollo de sus capacidades de auto aprendizaje.
Esto último, debe quedar claro, es lugar de llegada y no de partida: una habilidad muy valiosa que el propio proceso de educación digital interactiva debiera lograr.
Cierto es que algunas prácticas de educación a distancia han sido pensadas como una suerte de masificación del acto pedagógico; una industrialización del conocimiento que, como un fordismo tardío, pretende dar un curso a cada habitante a condición de que todos quieran el mismo curso.
Pero eso es una práctica y no una condición del modelo. En realidad la educación digital e interactiva tiene mejores condiciones de producción personalizada para muchas personas que ningún sistema previo.
Pero que tenga las condiciones técnicas de producción ideales para hacerlo no significa que lo este haciendo. Falta todavía mucho por recorrer en materia de formación docente y de entrenamiento de los estudiantes.

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