09 junio, 2009

El financiamiento de la gestión cultural

La gestión cultural no es gratis como no lo es la cultura. Es más, podría fácilmente demostrarse que la cultura es uno de los bienes más costosos de la experiencia humana.
En este sentido solemos poner en cuestión propuestas del estilo “cultura gratis para todos”
porque, aunque bien intencionadas, suelen terminar por oscurecer el entramado profundo que está detrás de cada acción cultural – y sus costos.
El lugar del estado es, desde este punto de vista, garantizar el acceso universal a los bienes y servicios culturales subsidiando a los sectores sin capacidad económica propia para hacerlo.
También es rol del estado garantizar el acceso universal al proceso creativo facilitando el accionar de aquellos colectivos que, por un motivo u otro, resultaran marginados por el mercado.
En ambos casos trasparentando hacia el conjunto de la sociedad la inversión pública en el campo cultural. Tanto por principios republicanos elementales, cuanto para garantizar que haya verdadero apoyo estatal y no manipulación gubernamental del campo cultural.
Hace poco comentábamos, como ejemplo cercano y en vías de implementación, el caso de Uruguay y sus fondos concursables. Ciertamente hay otros en la Argentina cuyo comentario tenemos demorado.
La construcción de un mapa de financiamiento posible podría sintetizarse rápidamente en tres grandes rubros:
- El aporte privado a partir de prácticas como el auspicio, el sponsoreo y otros similares basados en el aporte que una organización privada hace a las actividades culturales a cambio de la exhibición de su marca.
- La recaudación propia de la actividad a partir de la venta de entradas u otro tipo de servicios – por ejemplo la trasmisión televisiva del evento, o la venta de grabaciones, etcétera.
- El aporte del estado, en sus distintos niveles, que puede incluir desde fondos presupuestarios de distintos orígenes, facilidad de uso de ciertas instalaciones (por caso un teatro) o de ciertos espacios públicos particularmente significativos (por ejemplo la Feria de Mataderos).
Un estudio firmado por Sandra Rapetti de la Universidad de la República (Uruguay) y
publicada por la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA analiza diversas investigaciones sobre el financiamiento de espectáculos públicos que nos parece representativa de esta mirada:


Analiza además un conjunto estadístico elaborado sobre varios países de América, entre ellos la Argentina:
Las conceptualizaciones y la metodología utilizadas en este estudio mantienen una vigencia que va más allá de la antigüedad de los datos. El fenómeno de fondo (cómo se financian las actividades culturales) no ha cambiado en sus aspectos centrales.
El estudio citado no aborda – probablemente por su carácter cuantitativo – uno de los recursos cruciales de la gestión cultural: el prestigio.
Solemos decir que todo proyecto cultural es financiable en la medida de su prestigio. De modo que a la pregunta ¿De dónde sacamos el dinero para realizar este o aquel proyecto? Respondemos cambiando la pregunta: ¿Qué prestigio puede aportarse al proyecto? ¿Puede alguien recomendarlo? ¿Qué antecedentes tiene el equipo de gestión? ¿Se ha obtenido algún premio o ganado algún concurso?
¿Cómo hace una persona para empezar? ¿Cómo se pasa del anonimato al prestigio?
En realidad esto nunca ocurre, siempre hay una etapa de transición, de aprendizaje, de colaboración en proyectos de otras personas o instituciones. Se trata de gestionar esa etapa, formular proyectos que nos involucren, utilizar herramientas de diagnóstico – por caso el FODA – y buscar alianzas que mejoren nuestro posicionamiento. Hacer gestión cultural en suma.

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