21 septiembre, 2007

Julio de 1987: Adiós Crisis


A poco de los alzamientos militares de la semana santa de 1987 veía la luz la revista Fin de Siglo, bajo la dirección periodística de Vicente Zito Lema. Venía a reemplazar –intento sin éxito por cierto – a la ya entonces mítica revista Crisis.
El editorial se título, precisamente, “Adiós Crisis”. Un texto clave para pensar la relación entre cultura y política. Y -¿por qué no?- para pensar algunos mecanismos de gestión derivados de ese debate.
Es necesario, por elemental honestidad con nuestros lectores, decir que no coincidimos con los supuestos políticos, ideológicos y culturales del autor de aquel texto. Pero Crisis fue uno de los grandes hitos de la cultura argentina como lo habían sido, en otros tiempos y contextos Martín Fierro y Sur. Dice el editorialista:
Saben de Crisis, la revista de nuestra juventud, en la que escribimos desde el principio, que luego dirigimos y que nos llevó al destierro como a niños de la mano. Saben del regreso junto a Federico Vogelius; del sueño otra vez en marcha. Saben del cancer de nuestro editor, de los herederos que cumpliendo con su voluntad mil veces manifestada nos permiten continuar con el proyecto. Saben del “Punto Final”, que separó las aguas y obligó, ya sin tapujos, a sacarse las máscaras. Saben de la llegada del Papa, de las duras críticas que publicamos por una elemental cuestión de conciencia. Saben de la discrepancia con nuestra línea editorial de algunos integrantes del equipo original, que se marchan. Saben que los editores, contrariados por nuestras posturas – éticas, más que políticas – clausuran la revista y despiden a cada uno de los periodistas que la hacíamos.
Pero también es bueno que se sepa: 1) La familia Vogelius sólo pagó el 50% de las indemnizaciones, lo que fue aceptado en algunos casos por necesidad y en otros por la esperanza de que nos permitieran seguir por nuestra cuenta con la publicación. 2) La familia Vogelius, a la par, nos dio su palabra de cesión del nombre Crisis, e incluso nos ofreció su ayuda, sabiendo que así cumplían con los deseos del fundador de la revista. 3) La promesa no se concretó; quizás por miedo, o por desmedido afán de riquezas de quienes heredaron el patrimonio pero no el coraje civil de Federico Vogelius. Esto coincide con la aparición – casi estereotipada – de un estanciero millonario con veleidades culturales. 4) El estanciero, aun en conocimiento de nuestras tratativas y de nuestros derechos sin papeles, ofreció una altísima suma de dólares y se quedó con la revista (no con su historia). 5) Simultáneamente nos invitó a continuar en la dirección – que fue también la propuesta de los vendedores -, pero a cambio estaba la “sugerencia” de “flexibilizar la línea editorial”. 6) Nuestra respuesta fue la única que correspondía.
Cerramos el pasado sin ocultar la pena, pero con la misma firmeza que mueve al trapecista a seguir avanzando sobre la cuerda tendida. No hay mayor abismo que el miedo. No hay otro remedio contra el miedo que seguir avanzando. Así de simple.
Adiós Crisis, adiós. Todas las cuentas esta noche quedan saldadas. (...)
Quizás abundemos, pero cuesta esta noche dejar la máquina de escribir. Por ello puntualizamos:

Seguiremos creyendo en la belleza, aunque hoy tenga su rostro quemado.
Seguiremos creyendo que la primera obligación de un intelectual es comprometerse en la defensa de la condición humana.
Seguiremos creyendo que nuestra estructura social está irremediablemente podrida y hay que construir otra más justa y solidaria, donde el deseo no sea enemigo de la razón y el orden admita la importancia del caos.
Seguiremos creyendo en la imaginación, en la paciencia, la firmeza y el coraje. El buen análisis y el mejor debate.
Seguiremos creyendo que es necesaria la unidad, no sólo de la izquierda, sino de todos los que sueñan que la vida puede más que la muerte y estén dispuestos a lograrlo.
Seguiremos creyendo que la sociedad es un territorio para la lucha de clases. Pero hay otra lucha profunda por la libertad que se libra cotidianamente en cada cuerpo, en cada espíritu.
Seguiremos creyendo que la cultura es un arma decisiva para que nuestra obstinación se cruce algún día con la historia. Vicente Zito Lema


La cultura aparece como subordinada – “es un arma” – a una posición ideológica muy específica. Pierde así su autonomía y, naturalmente, su flexibilidad. Más que como estrategia de vida aparece como estrategia de poder. Que ni siquiera responde a un colectivo social significativo sino más bien a un grupo más o menos auto proclamado.
Pero además se convalida sólo una visión de la realidad política: miembros del “equipo original”, los “herederos” y el nuevo mecenas – finalmente Vogelius también era un empresario – son apartados de toda consideración en virtud de la “única respuesta que correspondía”.
Pareciera ser que la muerte del mecenas original –Federico Vogelius – desata las sucesivas rupturas de un proyecto que, como el de Crisis, era a nuestro juicio mucho más amplio.
Es natural que las revistas culturales se involucren de un modo u otro en la lucha política de su tiempo. Lo que vemos aquí es como llevado a un extremo se convierte en subordinación política que cancela proyectos culturalmente valiosos. Crisis reflejó cabalmente un momento del pensamiento progresista porteño y – por extensión – urbano.
Se puede o no estar de acuerdo con ese modo de ver la política pero Crisis era un producto culturalmente valioso aún para los que pensábamos desde otros lugares. Ninguno de los variados intentos de recrear ese espíritu logró su esplendor.
Un tema aparte es el debate puntual sobre derechos patrimoniales y laborales entre los “herederos” y el equipo periodístico. También aquí aparece la sobre carga de temas ideológicos por sobre cuestiones más elementales para la gestión: los derechos no registrados quedan a merced de la buena voluntad de las partes y esto, como se vio, es una amenaza que puede liquidar la mejor de las intenciones.
Los proyectos culturales pueden tener – y de hecho tienen siempre – supuestos e implicancias políticas. Pero también deben tener autonomía, profesionalismo y sobre todo, convocatorias más amplias tanto en tiempo y espacio como en comunidades humanas.

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