17 septiembre, 2007

Gestión Cultural, arte y poder

En torno a estos tres conceptos se produjo un debate muy enriquecedor en el programa de televisión “Argentina para Armar” – Todo Noticias. Con la conducción de María Laura Santillán se propuso como tema del último domingo la consigna “Arte + Inclusión = Desarrollo”.
¿Puede el arte transformarse en un motor de crecimiento y modificar la vida de chicos y grandes? Fue la pregunta que inició las intervenciones de los diferentes panelistas.
Todos ellos provenientes del mundo de la cultura y vinculados a iniciativas tendientes a utilizar el arte como herramienta de inclusión para personas provenientes de “barrios pobres”.
Comenzaron con dos jóvenes que participaron alguno de esos proyectos y evaluaban su propia experiencia:
Construir colectivamente algo para uno y para el barrio” definió Jessica Maciel, bailarina de “Crear vale la pena” para completar diciendo: “uno no va buscando lo que va encontrando todos los días”.
Darío Romero – ex alumno y profesor de “La Chilinga” – propuso: “Empezar de ahí: generar movidas culturales con los más chicos” como mecanismo para que las personas tengan “más opciones de vida”.
Luego vendría el turno de los responsables de estas iniciativas:
Horacio Cuello, coordinador de orquestas infantiles de la Secretaría de Cultura de la Nación partió de una pregunta hecha por una madre de la Villa Carlos Gardel: “¿Es cierto que acá va a haber violines”. Y planteó el trabajo artístico como alternativa a lo que definió como la “la única identidad simbólica posible: borrachos, drogadictos, etcétera”. Se refería a la mirada prejuiciosa que los sectores más favorecidos suelen tener de la pobreza.
El arte propuesto como clave de salida de esa estigmatización. De allí que, contaba Cuello, cada orquesta infantil lleve el nombre de su barrio.
Inés Sanguinetti creadora de “Crear vale la pena” aportó una de las definiciones más interesantes: “la pobreza es una construcción cultural y solo otra construcción cultural puede enfrentarla”. Se trata de “construir colectivamente algo propio”.
Una idea que completaba las anteriores fue planteada por Daniel Buira, fundador de “La Chilinga”, baterista y ex Los Piojos, entre otras cosas: “auto producirse artísticamente”.
El arte es un medio” dijo Virginia Haurie – presentada como creadora del Programa Cultural en Barrios de la Ciudad de Buenos Aires.
Hablando de las formas que asume la tarea que realizan, Inés Sanguineti habló de “una mezcla de museta y de mimí” para referirse a la necesaria articulación de lo gubernamental, lo privado y lo social.
Ricardo Santillán Güemes, antropólogo, capacitador del CFI y docente, puso en perspectiva el tema al afirmar que “Es como un hambre todo esto. Las políticas culturales son el fondo [Se trata de] darle sentido a la vida. Comer con dignidad y todo esto subjetivo que lo da el arte”.
Sanguinetti amplió la demanda hacia las políticas públicas planteando la necesidad de “conseguir becas para la formación profesional”. Además de los diferentes gastos que supone el trabajo artístico: viáticos, instrumentos, transportes, etcétera.
Santillán Güemes: interpeló el “desde dónde y cómo se hacen las políticas culturales: el estado, la sociedad civil, las empresas y los microemprendedores”.
A esa altura del programa el debate empezaba a incluir la pregunta por el rol del Estado en el impulso y sostenimiento de estas iniciativas surgidas del seno mismo de la sociedad civil.
Respecto de estas iniciativas, Cuello puso el acento en que “hay que hacer que [los proyectos] duren en el tiempo y no que dure lo que dura la foto”. Se refería a la proliferación – a nivel municipal, provincial y nacional – de políticas culturales que priorizan la espectacularidad de la gran producción artística por sobre el impulso a las iniciativas de mayor impacto social.
Es una frustración que los que hacen la cultura [en el estado] no sepan que existen estos proyectos” agregó Daniel Buira.
La conductora del programa hizo una primera conclusión sobre esta relación entre políticas públicas y proyectos sociales: “Hay que saber gestionar y gestionar es repartir recursos”.
“Tejemos subjetividad” abundó Cuello. Son “nuevas formas de capital social” sostuvo Haurie.
Ricardo Santillán Güemes habló del “Elogio de la sombra: en las escuelas de arte hay verdaderas transformaciones”. Donde confrontaba precisamente aquella espectacularidad con el trabajo cotidiano y sostenido que se realiza en las escuelas de arte en general.
Ciertamente no hemos hecho más que sintetizar en algunas pocas frases una hora de debate sobre las posibilidades que ofrece el arte para combatir la pobreza. Aparecieron diferentes relatos sobre los estilos de gestión (articulaciones varias) y sobre el rol del estado en torno a ellas. Un debate que valdría la pena continuar sobre todo en torno a estos temas que proponía Santillán Güemes: aquellos aspectos del hacer artístico que la espectacularidad de las políticas culturales del estado relegan al campo de las sonbras.

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